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Un chirrinauta en Hollywood

El rejuvenecido arqueólogo encorvado, Indiana Jones

Camilo Giraldo
Cítrico de cine

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Amo el arequipe. Con más pasión desde que vivo a casi 6.000 kilómetros de mi país. No es que en Los Ángeles no se consiga, sino que extraño las combinaciones en las que puedo obtener dosis mesuradas del manjar: en una milhoja, acompañado por unas brevas y queso, en una oblea, incluso en forma de helado o bañando un cheesecake. Hace unos días tuve antojos y abrí uno de esos vasos liliputienses de Arequipito, pero cuando apenas iba por la mitad me empezaron a sudar los cachetes, se me secó la boca y se dejó de sentir placentero el contacto del dulce con mi lengua. Estaba oficialmente empalagado por la concentración y recordé que hace poco había tenido una sensación parecida: cuando vi “Indiana Jones y el Dial del Destino”.

Después de escuchar opiniones de quienes ya la han visto –tanto amigos como críticos de cine– me queda claro que la quinta entrega de la saga del arqueólogo más duro de matar es una descarga empalagosa de arequipe para los más fanáticos. Es posible que quienes van al cine atraídos por la nostalgia que despiertan el sombrero y el látigo portados por Harrison Ford salgan extasiados con la inyección indianayonística intravenosa con la que una vez más Disney busca exprimir el último centavo de las franquicias hasta arruinarlas.

Pero para mí, que vi y disfruté casi todas las películas anteriores ya bien entrado en mis veintes, se trató de una compilación de situaciones de vida o muerte de las que el octogenario profesor Jones siempre salió bien librado, mitad de las cuales no aportan nada al desarrollo de la historia.

Para evitar spoilers, no las mencionaré. Pero muy al estilo de Kendall Roy definiendo a ‘The Hundred’ diré que la quinta entrega de Indiana Jones es Duro de Matar-meets-Jackie Chan-meets-Rápido y furioso-meets-Volver al futuro-meets-Capitán América-meets-El gato con botas. La lista podría seguir, pero creo que ya se hacen una idea del tipo de acción y la cantidad de tramas que el director James Mangold embutió en 2 horas y media.

No todo fue malo y debo decir que bien puede ser una película dominguera que vería. De hecho, a pesar de las críticas que han hecho algunos sobre el rejuvenecimiento digital de Harrison Ford para las primeras escenas, creo que estuvo muy bien logrado y bastante realista. A excepción de una toma en la que la versión de 50 años de Indiana se da la vuelta de espaldas a la cámara y camina como el señor Fredericksen de UP, me impresionó el nivel de detalle en los primeros planos. Además, Harrison Ford a sus 80 años se convirtió en el actor más viejo en ser rejuvenecido para una película, quitándole el título a Al Pacino con quien lo hicieron a sus 79 años para The Irishman.

Es una cinta en la que es evidente que su espíritu comercial supera al artístico. Una película en la que no importa mucho que los muertos que cayeron boca arriba en una escena aparezcan en la siguiente boca abajo a 10 metros de donde estaban; en la que los villanos son inexplicablemente inmunes a las peripecias por las que deben pasar los héroes para llegar al codiciado Dial del Destino; en la que los puentes colgantes que se han roto vuelven a aparecer reparados sin explicación minutos después; en la que un hombre buscado por el FBI que aparece en todas las noticias, puede volar a otro país desde el aeropuerto y regresar sin que lo atrapen. En fin, es una producción que requiere de tantas concesiones de parte del espectador, que solo los fanáticos nostálgicos podrán decir que la amaron a pesar de estar empalagados.

Sobre el autor de esta columna

Es mi primera entrega y me estoy sacudiendo el polvo después de una temporada larga sin escribir. Me gusta ver películas, pero no soy experto en el séptimo arte, no recuerdo tantas frases célebres de filmes como quisiera, no ando buscando cintas que me hagan reflexionar sobre los problemas humanos y sociales más complejos –aunque muchas de ellas sí las disfrute cuando las veo. Me gusta sentarme frente a la pantalla a que las historias me entretengan. La primera película que recuerdo es ‘Bambi’ y mi favorita es ‘Pulp Fiction’. Sí, mainstream.

Desde enero de este año vivo en Los Ángeles y de ahí que me haya dado por tratar de reencontrar mi voz hablando de cine. Mi intención es compartir mis apreciaciones de películas como un espectador no experto en el séptimo arte y trataré de reportar contenido exclusivo de Hollywood aprovechando la ciudad en la que estoy.

Si le gustó, compártala en sus redes y mencióneme como @camilogiga.

*Las opiniones expresadas en las columnas son responsabilidad exclusiva de los autores, y no representan el punto de vista ni la posición del Canal 1.

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