Famosa pastelería hace de los huevos de Pascua obras de arte
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En un popular barrio del sur de Roma, los escaparates de una pastelería exhiben ostentosos huevos de Pascua multicolores, alineados como obras de arte, todo un homenaje al arte y a la repostería.
Cada huevo de chocolate está esculpido en homenaje a un conocido artista, Walter Musco, un romano de 47 años, apasionado del arte moderno y pastelero experto en decorar una de las tradiciones gastronómicas de la fiesta del domingo de Pascua.
Los personajes de Keith Haring resaltan bajo un corazón rojo, un huevo de color amarillo girasol ha sido adornado con las célebres incisiones de los lienzos del pintor ítalo-argentino Lucio Fontana, conocido por sus obras abstractas.
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“Surgió de una idea muy simple, mi pasión por el arte, que se extendió a la literatura, la música y el cine”, explicó Walter en una charla con la AFP.
“Todos los artistas que cito en esta exposición representan diez años de producción. Son los más representativos y los que más me gustan. Incluí a muchos artistas italianos (…) e internacionales, pero sobre todo del pop art: Keith Haring, Roy Lichtenstein”, añade.
Sorprende el huevo forrado con un vestido de terciopelo rojo, que se inspira a la estilista Azzedine Alaïa.
Se admiran y no se comen
Estos huevos especiales cuestan entre 150 y 400 euros. “Algunos los pude decorar rápidamente, otros, en cambio, requieren varios días de trabajo”, explica Walter, cuya cabeza ha sido rapada con la misma perfección de sus creaciones.
Como son tan caros, esos huevos de chocolate no se suelen comer. “Se pueden mantener por mucho tiempo en lugares frescos, donde la temperatura no sea muy alta”, recomienda.
Algunos huevos pertenecen a colecciones privadas de clientes que los compraron, pero nunca quisieron abrirlos ni comerlos.
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Para sus obras de arte gastronómicas, Walter, que las elabora completamente a mano, utiliza un 55% de chocolate negro.
“Todos los colores que usamos son para alimentos y se mezclan con manteca de cacao en proporciones precisas”, explica.
En el taller ubicado en el sótano de su pastelería, en el barrio de Tor Marancia, Walter se presta voluntariamente a una demostración de su talento y armado con un cuchillo afilado, concentrado como un cirujano frente a la mesa de operaciones, dibuja con gesto seguro traza en la cáscara del chocolate una grieta de Fontana.
“Soy autodidacta. Tuve una galería de arte hace muchos años. Vendía arte de África, del sudeste asiático, de Oceanía, de aborígenes de Australia. Luego me fui apasionando de esta forma de arte más eurocentrista”, confiesa con una gran sonrisa.
“Todo lo que es abstracto y que no es fácil de entender, tiene fuerte impacto emocional”, asegura.
Le gustaría contar también con la colaboración de actores para sus creaciones, un proyecto que lo entusiasma para así seguir evolucionando en búsqueda de nuevas ideas y opiniones.
*Con información de AFP