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Sin Carreta

El caos en las cárceles colombianas: delincuencia y corrupción desde adentro

#SinCarreta | La realidad es que las cárceles colombianas no solo albergan a los criminales, sino que también se han convertido en el epicentro de actividades delictivas que siguen afectando a la sociedad.

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En Colombia, el sistema penitenciario está al borde del colapso con 135 cárceles abarrotadas, albergando a más de 110.000 convictos que continúan delinquiendo sin freno. Además, 85.000 sindicados esperan su sentencia, lo que agrava aún más la situación. Tras las rejas, los criminales no solo ordenan asesinatos, como el del director de la cárcel La Modelo, Élmer Fernández, sino que también extorsionan y mantienen un reino de terror que parece imparable.

La cárcel La Modelo, ubicada en la localidad de Puente Aranda en Bogotá, es un ejemplo emblemático de esta problemática. Construida en 1957, esta prisión de mediana seguridad, diseñada para albergar a delincuentes comunes, sexuales y miembros de bandas criminales como el Tren de Aragua y el Clan del Golfo, hoy cuenta con una población de 3.600 prisioneros. Sin embargo, sus muros no logran contener las actividades delictivas que se originan en su interior.

Y es que las cárceles en el país se han convertido en verdaderas academias del crimen. En un video reciente, un recluso mostró una fiesta con cerveza y whisky en febrero de este año. Este mismo preso publica videos de sus comidas desde su celda, desafiando cualquier intento de control por parte de las autoridades. En la cárcel de Cúcuta, los prisioneros queman años viejos para celebrar el fin de año y amanecen tomando y escuchando música en grandes fiestas.

Los celulares, aunque prohibidos, son protagonistas en este escenario de caos. Estos dispositivos, que pueden costar desde dos millones de pesos en adelante, son utilizados por delincuentes para grabar amenazas a sus víctimas, como lo hace el condenado ‘Negro Ober’. La droga también invade las cárceles; en Cali, se ha documentado el lanzamiento de bolsas con sustancias ilícitas a los patios de las prisiones, y en Jamundí, hace apenas un mes, se incautaron 130 kilos de droga y 13 millones de pesos en efectivo.

En medio de esta criminalidad desenfrenada, cinco guardianes del Inpec han sido asesinados en lo que va del año, demostrando así la peligrosidad del entorno carcelario. La realidad es que las cárceles colombianas no solo albergan a los criminales, sino que también se han convertido en el epicentro de actividades delictivas que siguen afectando a la sociedad.

La crisis penitenciaria en Colombia exige una respuesta urgente y efectiva por parte de las autoridades para poner fin a esta espiral de violencia y corrupción que no parece tener freno.

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