200 animales que llegaron de contrabando a Bogotá estarán en cautiverio hasta su muerte
Durante siglos los turistas bogotanos han ido a la selva y como recuerdo para ellos o sus hijos se han involucrado con redes de contrabando de especies. La ciudad ya estableció un refugio para reintegrarlos a sus hábitats, pero habrá quienes se queden en prisión de por vida.
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El 2017 ha sido un año con final feliz para 959 animales del Centro de Recepción de Fauna Silvestre en Bogotá. Luego de un proceso de recuperación y readaptación, que en algunos casos llevó años, reptiles, aves, roedores y monos pudieron volver a sus casas de donde fueron arrancados, para terminar luego en las garras de los comerciantes de especies silvestres o de ciudadanos despistados que creen que estos animales pueden ser tenidos como mascotas.
Bogotá es el mayor centro de acopio de este tráfico en el país. Los animales incautados por la Policía, al igual que otros que son abandonados por sus tenedores, son llevados hasta un lugar en el Occidente de Bogotá.
Allí un grupo de expertos de la Secretaría de Ambiente, los valora, les da cuidado y alimento, lo que en muchos casos implica, la producción de larvas e insectos y de roedores pequeños para los depredadores.
En este espacio de seis mil metros cuadrados es donde comienza el viaje de regreso, de estos animales, testimonio de la biodiversidad colombiana.
Tucanetas, carriquis, loras gavilanas, frente rojas, monos capuchinos, cariblancos, aulladores, marimondas y titis, tortugas, iguanas, boas, azulejos y lechuzas son cuidados como lo que son, un tesoro arrancado de bosques y selvas.
En este lugar incluso hace un par de semanas, una boa dio a luz a tres pequeños y las tortugas que bien saben tomarse su tiempo, hacen lo mismo para el amor.
En este mismo terreno el Distrito Construirá un nuevo centro de recepción de fauna silvestre.
Como se viene el proceso de construcción, devolver animales a su hábitat es una prioridad, entre el año anterior y este se han devuelto a su territorio cerca de dos mil individuos.
Pero en estas jaulas hay quienes jamás volverán a sus montes. Aves con las alas rotas como una lechuza, o monos que no saben vivir sin que el hombre los alimente, hacen parte de los 200 individuos de este centro, que no durarían un día en su hábitat natural.
En la galería de casos sin remedio, está este tigrillo a quién su tenedor se le ocurrió que podía ponerle vacunas.
Sobre estos animales pesa una cadena perpetua, un cautiverio para siempre, lejos de su lugar de origen y sin posibilidad de reproducción.
Este es el lado más cruel del comercio de fauna silvestre, negocio que mueve al año en el mundo unos 25 mil millones de dólares.
Bogotá también paga su parte, al Distrito le cuesta mantener este Centro de Recepción cien millones mensuales, al año son 1.200 millones.
Pero mientras existan quienes compren o trafiquen con fauna, o quienes traigan micos, tortugas o aves, pretendiendo que son mascotas, la ciudad tendrá que seguir invirtiendo recursos para intentar recuperar y devolver a su hábitat estas especies, eso a las afortunadas porque a las que no se cuentan en este grupo de 200, jamás sabrán de nuevo que es eso de vivir en libertad.