¿Nos reemplazará la inteligencia artificial?
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Uno de los temas de mayor interés entre profesionales, es la revolución de la inteligencia artificial. La pregunta de moda es: ¿ya usaste ChatGPT? ¿Es cierto lo que dicen las noticias? Los más curiosos han encontrado un ayudante efectivo para desempeñar algunas labores; otros cuentan las experiencias de algún conocido; los incrédulos dicen que “no sirve y que no debemos creer, porque una cosa es que esté bien escrito y otra, que sea cierto”; otros confiesan que aún no se atreven a utilizarlo, pues con tanto riesgo cibernético, “mejor no entregarle información a la inteligencia artificial”.
Sin duda, desde el más curioso hasta el más cauteloso, todos quedamos estupefactos ante la pregunta “¿nos reemplazará la inteligencia artificial?”
No soy técnico en el asunto, sin embargo, soy una profesional que aún no está en edad ni tiene planes de jubilarse, de manera que me cuestiono frecuentemente, ¿por cuánto tiempo mi rol tendrá vigencia en el mercado laboral? También soy madre y me pregunto: “¿qué le debo enseñar a mi hijo de 4 años que sueña con ser médico, siendo la medicina una de las carreras que según las investigaciones será reemplazada por la inteligencia artificial?”.
Me encanta la innovación y la tecnología, por lo que no considero viable que extingamos la posibilidad de seguir evolucionando, ¿pero hasta dónde deberíamos llegar? Algunos países están regulando este tipo de tecnología y grandes compañías están ejerciendo los controles necesarios, como es el ejemplo de Twitter suspendiendo la cuenta de Chaos GPT y su singular objetivo de extinguir a la humanidad, pero mientras todo esto ocurre frente a nosotros, ¿qué podemos hacer para no terminar como los empleados de blockbuster cuando su CEO rechazó al fundador de Netflix?
Necesitamos comunicarnos con asertividad y respeto. Necesitamos dejar el celular a la hora de cenar y mirarnos cuando hablamos; necesitamos volver a contar chistes y reírnos a carcajadas; necesitamos hablar de nuestras experiencias, vivencias y anécdotas, jugar juegos de mesa y cantar desafinados mientras el más talentoso toca una canción en la guitarra; necesitamos tomarnos el café con el compañero de la oficina, ya que desde que usamos firma digital, no nos volvimos a encontrar en la impresora; necesitamos abrir la cámara en Teams o Zoom más a menudo y dejar de atender una reunión en el celular, otra en el computador y al tiempo gestionar el correo; necesitamos mirar a nuestros hijos a los ojos cuando nos muestran sus logros; necesitamos dejar de comprar juguetes y/o apps que estimulen su creatividad e involucrarnos en su mundo imaginario que nos da el privilegio y el permiso de volver a ser niños.
Necesitamos seguir trabajando nuestras habilidades blandas, esas que la inteligencia artificial no podrá copiar, esa capacidad de sentir y hacer sentir al otro valioso; esas habilidades que nacen con nosotros, que nos acompañan desde que somos bebés y que se revelan cuando les estiramos los brazos a esas personas con quienes nos sentimos seguros, esa percepción emocional que nos permite identificar sentimientos y emociones en nosotros mismos y en los otros, ese sexto sentido que nos ayuda a reconocer las intenciones ocultas al lenguaje, esa autoconciencia que aunque intentamos enseñarla a la IA por lo pronto no lo logra, porque finalmente, no tiene alma ni espíritu.
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