La fiesta de la empresa
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El mundo corporativo evoluciona de forma acelerada, enfrentando retos de innovación, automatización, inteligencia artificial, robótica y en general todos aquellos descubrimientos y avances que hacen a las maquinas más eficientes y obligan a los humanos a ser más humanos. Las empresas que se adaptan a estos retos, se transforman en referentes y generan valor a sus stakeholders; muchas se mueven a los primeros lugares de los índices de cotización en bolsa y son reconocidas como los mejores lugares para trabajar. De otra parte, las compañías que no se adaptan desaparecen como los icónicos casos de Blockbuster o Kodak.
Mientras las maquinas son más eficientes y nos reemplazan en tareas cada vez más complejas, los seres humanos crecemos en la búsqueda de propósito; en la necesidad de usar nuestros dones y talentos; en la priorización de nuestro bienestar y el de los nuestros; en el balance vida-trabajo en el que el salario y/o los beneficios económicos dejan de ser los únicos factores a la hora de decidir incorporarse o renunciar a un trabajo. Dichos factores retan a las compañías de vanguardia a cambiar conceptos de “retención de personal” por conceptos como: “enamorar el talento”.
El talento cuesta y las grandes empresas lo buscan, lo valoran y lo pagan, pero, ¡reconocer el talento enamora! Un profesional pone a disposición de la compañía para la que trabaja, su formación, sus habilidades técnicas, experiencia y conocimiento cuando se siente valorado. Pero cuando además se le permite ser reconocido en su lugar de trabajo por sus dones, talentos y/o tiene la oportunidad de descubrir y/o cumplir su propósito de vida, ese profesional se enamora y difícilmente cambiará su estado en LinkedIn a “Open To Work” o renunciará a su rol corporativo por la búsqueda de su propósito.
Difícil de olvidar la sensación de tener al mismísimo Marc Anthony en concierto en la fiesta de fin de año de la empresa. Nos sentíamos afortunados de trabajar en un lugar que dedicara ese nivel de esfuerzo y presupuesto para que disfrutáramos con nuestras parejas de la mejor fiesta de fin de año; pensamos que ninguna otra fiesta en ninguna otra compañía igualaría dicha sensación. Sin embargo, oír el anuncio en escena de “los cuatro gatos” en la fiesta de este año, superó cualquier sentimiento de orgullo anterior; los cuatro gatos son compañeros de diversas áreas de la empresa que decidieron crear su banda musical, la empresa se tomó el tiempo y el esfuerzo de conocer sus “otros talentos”, esos que no hacen parte del perfil de cargo pero sí de la esencia misma de cada uno. Como era de esperarse, la fiesta se prendió con los cuatro gatos, celebramos con orgullo los resultados reflejados en el Ebitda, pero también la alegría y tranquilidad de pertenecer a un lugar donde el talento se valora.
Quedó demostrado que en una organización no solo trabajan ingenieros, administradores, financieros, abogados, auditores, sicólogos, médicos, negociadores, gerentes, etc. También trabajan artistas, emprendedores, deportistas y demás talentos que sacan sonrisas, liberan la presión, potencializan la innovación, estimulan la creatividad, inspiran desde adentro y hacen de una organización, el lugar donde se siente la libertad de ser auténtico, donde las máscaras se pueden olvidar, donde está claro que el respeto, profesionalismo y nivel ejecutivo no desdibujan nuestra esencia; ese lugar donde la mayoría se quiere quedar.
*Las opiniones expresadas en las columnas son responsabilidad exclusiva de los autores y no representan el punto de vista ni la posición del Canal 1.