La enemiga oculta de las mujeres
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¿Has oído la frase que dice “la peor enemiga de la mujer es la mujer”? Es frecuentemente usada por los hombres que quieren expresar cómo las relaciones entre mujeres los sorprenden y en muchas ocasiones los afectan; sin embargo, en las columnas de sororidad hemos hablado abierta y extensamente sobre el tema y, aunque la frase pareciera revelar una verdad milenaria, ¡no es cierta! Porque nuestra peor enemiga no es otra mujer, ¡es la queja! La queja que aparece en la niñez, cuando nos quejamos de oír a nuestra mamá quejándose y nos prometemos no ser así de grandes, pero inesperadamente al cantar cada cumpleaños, la tan aborrecida queja pareciera convertirse en nuestra compañera cotidiana, desde la conversación mental hasta el rompe hielo en la fila del banco.
La queja es la mejor amiga de la amargura. Aunque estas dos palabras nos aterran y muchas a la altura de este párrafo pueden estar pensando “esta columna no es para mí”, generalmente la queja y la amargura se hacen invisibles a los ojos de su víctima; son las responsables de tratamientos estéticos innecesarios, de enfermedades autoinmunes, le hacen barra a la depresión, deterioran nuestra salud física y mental y por supuesto arruinan el clima a nuestro alrededor y acaban relaciones.
La queja no es más que la expresión verbal o no verbal de la lista de sacrificios que nadie ve y la lista de decepciones que nadie conoce. El sacrificio suele acompañar la vida de las mujeres; si quieres éxito profesional, sacrificas tus deseos de tener una familia. Si quieres ser profesional y al tiempo cumplir tu sueño de ser esposa y mamá, te sacrificas a ti, a tu familia extendida, a tus amigas, tu apariencia, tu salud física o mental, pero pareciera que algo debe ser sacrificado siempre. Muchos de esos sacrificios son reales y atribuibles a las escasas 24 horas que tiene un día, pero la mayoría, habitan únicamente en nuestra mente y vienen de la necesidad de controlarlo todo y de querer ser perfectas.
¡Queremos ser nuestra mejor versión en todo y no nos permitimos fallar en nada! Para cada falla, tenemos un culpable que puede ser el jefe, la amiga, el esposo, los hijos, la maternidad, el dolor de cabeza, el clima, los políticos, la economía, la falta de empatía y podría terminar el párrafo con nuestras razones frecuentes para quejarnos, todas muy validas. Sin embargo, de lo que generalmente no hablamos, es de esa mujer en el espejo de la que nos quejamos inconscientemente todo el día, ¡todos los días! la que cada día se parece más a lo que siempre criticamos de mamá, a la que no le permitimos equivocarse, la que desde niña está tratando de ser, decir, verse y sentir lo correcto, para no desencajar del molde creado en su imaginario.
Es momento de callar la queja con agradecimiento, es hora de reconocer eso que te dolió y perdonar, pero también es hora de perdonarte por lo que no te gusta de ti misma, es hora de aceptarte y decirle al mundo, pero sobre todo a la del espejo que “eres real, no perfecta”. Es tiempo de dedicarte tiempo, es hora de despedir al control y dejar fluir, es momento de ser libre del exceso de sacrificios y de las listas mentales perturbadoras, es hora de sentirte libre para ser tu misma, porque cuando lo hagas, la amargura no tendrá lugar en tu corazón y la queja no tendrá mas poder en tu boca.
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