La historia del empresario que estudió en Yale, trabajó en Wall Street y ahora vive en las calles
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Seguramente, un tipo como Shawn Pleasants se hubiera reído hace 15 años si alguien le dice que en el 2019 tendría que rebuscarse la comida sobrante de las tiendas. Es probable que por su mente no pasara, ni si siquiera como un mal chiste, la realidad que afronta hoy. Aunque este hombre de 50 años es una de las 60.000 personas que vive en las calles de Los Ángeles, Estados Unidos, su historia es particularmente diferente a las demás.
Hace apenas 10 años, Shawn hubiera podido tener el trabajo que quisiera. Su impecable historial académico en el colegio lo llevó a estudiar Economía en Yale, una de las universidades de la llamada ‘Ivy League’ y una de las más prestigiosas y caras del mundo. Cuando ingresó al mundo laboral no tuvo problema para nadar entre los tiburones de Wall Street y hasta convertirse en uno.
Inversor, banquero, y empresario de pequeños negocios, nada de lo que vivía Shawn Pleasants daba para pronosticar su caída libre en apenas una década. Hoy, el hombre que lo perdió todo vive cubierto con una lona en un sector del barrio coreano de L.A.
“Le puede pasar a cualquiera, es un problema que todos debemos enfrentar”, le dice a un reportero de CNN, y sobre su estado actual agrega: “Soy responsable por mis decisiones, me pertenecen todas”.
La historia dulce
Para reconstruir la historia de Shawn, el canal de televisión entrevistó a uno de los organizadores que defienden a los ‘sintecho’ del barrio coreano, Mike Dickerson. Él asegura que las historias de algunos de quienes viven en las calles son sorprendentes, la de Shawn comenzó así:
Shawn creció en San Antonio, estado de Texas, y su familia es lo que uno consideraría funcional. No le faltó cariño y siempre fue un buen alumno en la escuela. Era la típica familia ‘americana’: su padre hizo una carrera en la Fuerza Aérea y su madre era maestra.
Su hermano Michael le cuenta a CNN que Shawn tocaba el trombón y ganó varios premios, que afrontó con entereza una discapacidad física en sus pies y tuvo que andar con aparatos durante la niñez. Nada de eso lo detuvo, a sus 20 años ya había escalado y corrido maratones a pesar de la incredulidad de los médicos.
Cuando entró a Yale lo hizo después de un récord tremendo en el colegio, que le valió varias becas durante la universidad, información que confirmó la cadena de televisión tras investigar los archivos de la institución.
Su pasión por los negocios lo llevó a trabajar en la compañía Morgan Stanley en Wall Street. Pero el sueño estaba a medio camino de cumplirse. A mediados de los años 90, Shawn quiso emprender su propio negocio y con esa idea viajó a Hollywood, California, para empezar una compañía de cine y fotografía.
Su momento de hacer una fortuna llegó cuando el boom de los DVDs lo dirigió hacia la industria del cine para adultos. “Era una casa hermosa, algo que verías en MTV”, le cuenta Pleasants al reportero cuando recuerda la cantidad de dinero que hizo en esa época.
La historia agria
Entre 2008 y 2009, los peores años en la economía reciente de Estados Unidos, Shawn se encontró con un embudo que lo llevó directo a la quiebra. Tuvo varios encontrones con sus socios, su madre murió de cáncer y la depresión lo llevaron a un abismo emocional y físico.
En poco tiempo, el hombre que vivía la vida de cualquier empresario, ahora tenía que afrontar las deudas y vivir entre un lugar y otro, incluso en su carro si era necesario.
Shawn conoció el amor en las calles, se trata de un hombre que hace 10 años lo acompaña, incluso antes de que ambos se quedaran sin hogar. Según cuenta a CNN, hace seis años viven en el mismo anden.
No le gustan los protocolos ni demasiadas reglas, por eso no va a un refugio. “Prefiero estar en un lugar donde todavía puedo ir a la librería y hacer las cosas que necesito cuando las necesito”, explicó a la cadena de televisión.
La lucha para regular el uso de opioides es casi un mandato de millones de activistas en Estados Unidos, y Shawn, una víctima de este flagelo, tiene algo que aportar.
Su caída libre
Según su hermano Michael, Shawn comenzó a usar drogas mucho antes de vivir en las calles. Cuando tuvo una lesión de espalda se volvió adicto a los ‘painkillers’ o analgésicos para el dolor, y luego tuvo que rebuscarse el consumo cuando vio que eran muy caros o de difícil acceso. Cuando ya vivía en los andenes, se drogaba con metanfetaminas para permanecer despierto y que no le robaran sus cosas.
Aunque parezca extraño, los ‘sin techo’ en Estados Unidos tienen acceso a teléfonos celulares por cuenta de un programa de la administración Barack Obama. Shawn Pleasants además tiene un computador portátil y pasa buena parte del tiempo en una biblioteca, conectado a internet, y enterándose de las noticias.
Durante los años ha construido un método eficiente para recoger comidas gratis de restaurantes, iglesias y locales, así se sostiene hoy. Su hermano le dijo a CNN que Shawn podría tener episodios de depresión en los que se automedica, y luego “períodos de resiliencia y energía”. Es un ciclo del que Shawn no ha podido salir a pesar de que la familia le ha ofrecido vivir con su padre de 86 años en su natal San Antonio. Es terco y lucha toda costa por su independencia. No quiere ser una carga.
Mientras responde a las preguntas del reportero, aclara que historias como la suya, la de un tipo que tuvo una vida soñada, no deberían sorprender: “encontrarás músicos, un fotógrafo, muchos tipos de personas…”.
Un drama real
La situación de Shawn es la de cientos de miles de personas en Estados Unidos, especialmente en Los Ángeles, donde los campamentos de ‘indigentes’ han llamado la atención de legisladores contradictores y seguidores del presidente Donald Trump, y del mismo Donald Trump. Las cifras dicen que las personas sin hogar se incrementaron un 16% en la ciudad entre 2018 y 2019. Por eso Shawn cree que el peligro de caer está latente en cualquier ciudadano.
Al preguntarle cómo se imagina su vida fuera de las calles, Shawn responde como no podría ser de otra manera “Empezaré de nuevo un pequeño negocio”, le anticipó con una sonrisa al reportero de CNN.