¿Y si hablamos de política?
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“Mijo, es mejor no hablar de política, de religión, ¡ni de fútbol!” “¡Esos temas solo generan polémica y problemas!”. ¿Le han dado este consejo? Un consejo lleno de sabiduría cuando de evitar la controversia se trata, sin embargo, un consejo que por décadas ha generado apatía hacia la política y nos ha instado a mantenernos al margen de un tema fundamental para cualquier sociedad.
¡El fútbol es para muchos una pasión! Se alimenta de las emociones asociadas al amor y la lealtad a un equipo; la religión es una decisión absolutamente personal determinada por la relación del individuo con su espiritualidad. Sin embargo, la política según la Real Academia Española es “la actividad del ciudadano cuando interviene en los asuntos públicos con su opinión, con su voto o de cualquier otro modo”.
Un equipo de fútbol o una religión no cambian la economía, el desarrollo o el futuro de los ciudadanos de un país, departamento o municipio. ¡La política cambia todo! La política define temas tan relevantes y fundamentales como nuestra salud y la educación de nuestros hijos; toca directamente nuestros bolsillos mediante la carga tributaria o el impacto en la economía que genera el alza de precios en la canasta familiar, el transporte público, los combustibles, los artículos de consumo y hasta los servicios públicos. Así mismo, los bancos no nos prestan dinero o nos suben las tasas de interés y muchos proyectos quedan en el diseño. Finalmente, después de decir que de política no se debe hablar, decimos: “¡oiga, es que este año, ha estado duro para todos!
Entonces, si la política nos afecta a todos, es un tema del que todos debemos aprender a conversar y debería tener protagonismo en la mesa de cada hogar, con límites naturales de respeto, entendiendo que cada uno piensa y opina diferente, reemplazando la típica conversación sobre las cualidades o chismes de un candidato, por una conversación sobre el impacto de la política en los planes de cada hogar; desde los niños que sueñan con su viaje a Disney hasta los jóvenes que no pueden acceder a educación en el exterior como estaba planeado, deberían saber que a cuenta de la subida del dólar, algunos planes y sueños se postergan e, incluso, se cancelan, dado que la fortaleza o no de nuestra moneda obedece en gran parte a decisiones originadas en la política. Todos deberíamos tener un conocimiento mínimo macroeconómico para tener conciencia del impacto que generan las decisiones que tomamos en las urnas y del poder que la democracia nos entrega a cada uno, mediante el voto popular.
Desde la primera infancia, en las instituciones educativas del país se generan espacios democráticos eligiendo representantes de los estudiantes, de manera que tenemos la oportunidad para enseñarles a nuestros hijos que votamos por propuestas, no porque nos dan una gomita o nos prometen cosas imposibles. Y si son nuestros hijos los líderes, debemos enseñarles a generar propuestas de valor, que atiendan necesidades reales en lugar de comprarles el paquete de gomitas para ganar votos.
Necesitamos mostrarles a las siguientes generaciones, con el ejemplo, que “el día de las elecciones, no hay tú tía, que valga”. Debemos ir a ejercer nuestro poder democrático en las urnas, que los tamales o el billete por el voto hacen parte de la “corrupción que tanto odiamos” que nos quita la libertad de elegir. ¡Nuestra libertad no tiene precio! Debemos enseñarles que si tenemos facultades de liderazgo podemos impactar nuestro entorno, desde hablar positivamente sobre nuestro país y agradecer por esta tierra hermosa y fértil que nos fue dada, hasta la participación como ediles, miembros de juntas de acción comunal, concejales y todas las demás oportunidades de participación ciudadana que prevé nuestra democracia. Si no hablamos de política, la política va a hablar y va a decidir por nosotros el futuro de nuestros hijos.
*Las opiniones expresadas en las columnas son responsabilidad exclusiva de los autores y no representan el punto de vista ni la posición del Canal 1.