¿Qué le sucede al cuerpo humano en el espacio profundo?
A medida que avanzan las misiones espaciales hacia destinos más lejanos y desafiantes, será crucial desarrollar herramientas innovadoras para garantizar la seguridad y salud de los astronautas.
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Los viajes espaciales de larga duración presentan desafíos significativos para la salud humana, como el deterioro óseo y muscular, la exposición a radiación y problemas de visión, sin mencionar los efectos psicológicos del aislamiento.
Estos riesgos se intensifican a medida que las misiones se adentran más en el sistema solar, incluyendo la exploración de Marte, lo que exige soluciones innovadoras para proteger a los astronautas. Butch Wilmore y Suni Williams, astronautas estadounidenses, están próximos a regresar tras nueve meses en la Estación Espacial Internacional (EEI).
¿Cuáles son las claves?
Según Rihana Bokhari, profesora adjunta del Centro de Medicina Espacial del Baylor College of Medicine, esta misión es “normal”, ya que las estancias suelen durar seis meses, aunque algunos astronautas permanecen hasta un año. Los investigadores confían en su capacidad para mantener la salud durante este tiempo.
En ausencia de gravedad, incluso los movimientos básicos no ejercen resistencia sobre el cuerpo. Para contrarrestar esto, los astronautas usan tres máquinas de ejercicio en la EEI. Dentro de estas se incluye un dispositivo de resistencia que simula pesas libres mediante tubos de vacío y cables. Un entrenamiento diario de dos horas es esencial.
“El mejor resultado para demostrar nuestra eficacia es que no tenemos problemas de fracturas en los astronautas cuando regresan a la Tierra”, afirmó Bokhari, aunque reconoció que la pérdida ósea sigue siendo detectable.
Otro desafío es el equilibrio corporal. Emmanuel Urquieta, vicepresidente de Medicina Aeroespacial de la Universidad de Florida Central, explicó:
“Esto les sucede a todos los astronautas, incluso a los que van al espacio apenas unos días”.
Luego, tras regresar a la Tierra, los astronautas participan en un programa de rehabilitación de 45 días para readaptar sus cuerpos.
Además, el “desplazamiento de fluidos” en microgravedad redistribuye líquidos hacia la cabeza, aumentando el riesgo de cálculos renales y afectando la presión intracraneal. Por lo tanto, esto puede alterar la forma del globo ocular y causar el síndrome neuroocular asociado a vuelos espaciales (SANS), que genera discapacidad visual leve o moderada. Sin embargo, en casos excepcionales, los efectos han sido beneficiosos. La astronauta Jessica Meir comentó:
“Tuve un caso bastante grave de SANS… Cuando despegué usaba gafas y lentes de contacto, pero ahora tengo una visión de 20/15: la cirugía correctiva más cara posible. Gracias, contribuyentes”.
¿Cómo se gestiona la radiación?
La radiación es otro desafío crítico. En la EEI, los niveles son más altos que en la Tierra debido al paso por el cinturón de Van Allen; sin embargo, el campo magnético terrestre ofrece cierta protección. La NASA busca limitar el riesgo de cáncer en los astronautas al 3% durante su vida.
Las misiones hacia Marte o la Luna implicarán una exposición mucho mayor.
“El blindaje se logra mejor con materiales pesados como el plomo o el agua, pero se necesitan grandes cantidades”, aseguró Siegfried Eggl, astrofísico de la Universidad de Illinois en Urbana-Champaign.
También se están investigando alternativas como naves con aceleraciones que simulen gravedad terrestre o terapias génicas para reforzar las defensas humanas contra la radiación.
“Hay mucha investigación en ese campo”, afirmó Urquieta.
A medida que avanzan las misiones espaciales hacia destinos más lejanos y desafiantes, será crucial desarrollar herramientas innovadoras para garantizar la seguridad y salud de los astronautas.
Con información de Agence France-Presse (AFP).