El drama de vivir con ‘parosmia’, la secuela de COVID que ‘hace que todo huela muy mal’
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Muchas son las secuelas, patologías o trastornos que deja el COVID-19 en algunas personas, de manera prolongada.
No obstante, hay casos que se deslegitiman del rubro genérico post-virus. Uno de ellos es el de Ana Karen Weinberger, una ciudadana mexicana que contrajo la denominada ‘parosmia’.
Esta extraña y temible patología fue catalogada por los científicos como un fenómeno prolongado del COVID que causa distorsiones y cambios en la forma en que los humanos sienten los olores y sabores, provocando sensaciones repugnantes.
“De un día para otro todo me sabía asqueroso, todo me olía asqueroso, pero literal hasta la pasta de dientes, el champú, el desodorante, no solo era comida”, dijo Ana Karen Weinberger al medio internacional CNN.
Según el doctor mexicano Pavel Loeza Magaña, especialista en rehabilitación en Ciudad de México, la parosmia hace parte de una percepción alterada y normalmente desagradable de los olores.
“Es más frecuente que persista la anosmia (pérdida del olfato) que la parosmia, pero entre personas que ya tienen larga evolución, empieza a modificarse hacia la parosmia”, dijo en especialista Magaña a CNN.
El médico también advierte que la parosmia afecta, en especial, a jóvenes y niños. Sin embargo, no hay muchos estudios que profundicen sobre la secuela.
Según un estudio publicado en mayo de 2021, se encontró que de 268 personas que sufrieron parosmia, el 70,1% tenía 30 años o menos. En el 73,5% de los casos eran mujeres.
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“El pollo y la carne me sabían horribles”
Otro testimonio que recogió CNN, en relación a pacientes con parosmia, es el del Lioska Pérez, una mujer venezolana
“Recuerdo que los primeros días fueron una pesadilla total, principalmente porque la carne y el pollo, lo cual es lo que uno usualmente consume todos los días como proteína, me sabían muy mal, muy mal. No podía comer, de verdad que no podía comer de lo desagradable que era el olor y el sabor”, dijo a CNN.
Pérez manifiesta, con fastidio, que los olores en la comida han provocado una gran pérdida de su apetito, que a su vez la han hecho perder peso
“Principalmente porque una de las cosas principales del ser humano es comer, consumir, y en las primeras semanas yo sentía que yo no podía hacerlo”, añadió.