¿Ozzy Osbourne se habría comido un murciélago durante un concierto? Esta es la historia
Mientras la industria musical despide a la leyenda Ozzy Osbourne, recordamos uno de sus más icónicos momentos. ¿Comió un animal vivo?
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El 20 de enero de 1982, el escenario del Veterans Memorial Auditorium en Des Moines, Iowa, fue testigo de un momento que pasaría a la historia del rock como uno de los más extraños, perturbadores y simbólicos. Esa noche, en medio del clímax de su carrera como solista, Ozzy Osbourne, la leyenda que falleció el pasado 22 de julio, protagonizó un acto que lo inmortalizó no solo como artista, sino como leyenda del exceso; mordió la cabeza de un murciélago lanzado desde el público.
La escena fue el resultado de una gira cargada de provocaciones escénicas, viscerales y teatrales. El exlíder de Black Sabbath se encontraba promoviendo su segundo álbum en solitario, ‘Diary of a Madman’, con una puesta en escena que incluía vísceras, sangre falsa y elementos macabros. Lo que comenzó como parte del espectáculo terminó convirtiéndose en uno de los mitos más célebres del heavy metal.
Aunque durante décadas existieron versiones contradictorias sobre lo ocurrido, una constante se mantiene; el animal terminó en la boca del artista. Osbourne, en su libro autobiográfico, recordó el instante con estas palabras.
“Alguien lanzó un murciélago. Pensé que era de goma. Lo recogí, me lo metí en la boca y le di un mordisco”, relató en el escrito. Al darse cuenta del error, la sorpresa fue tan real como el sabor metálico que sintió de inmediato.
Años después, otras declaraciones matizaron el recuerdo. En una entrevista con la BBC, Ozzy dijo que el murciélago ya estaba muerto cuando lo arrojaron al escenario y que incluso tenía una cuerda atada al cuello. Esa versión coincide con el testimonio de Mark Neal, entonces adolescente, quien admitió haber llevado el animal sin vida al concierto, luego de que su hermano menor lo encontrara semanas antes.
Sin importar los matices, el episodio dejó secuelas inmediatas. Osbourne tuvo que ser sometido a un tratamiento preventivo contra la rabia y el incidente consolidó su imagen de “Príncipe de las Tinieblas”, un apodo que ya le venía acompañando por su estética sombría y las temáticas oscuras de sus letras.
No era, sin embargo, la primera vez que el cantante utilizaba animales en sus intervenciones más extremas. Nueve meses antes, en un encuentro corporativo con representantes de su discográfica en Los Ángeles, fue protagonista de otro acto desconcertante. En lugar de liberar palomas como gesto simbólico de paz, como había sido planeado por su equipo, Ozzy arrancó la cabeza de una de ellas con la boca, sorprendiendo a los asistentes y dejando una imagen que se volvió recurrente en los archivos del escándalo musical.
Más allá de lo macabro, estos hechos ayudaron a cimentar la leyenda de un artista que hizo del exceso y lo impredecible una marca personal. En el mundo del rock, donde las fronteras entre lo teatral y lo real suelen difuminarse, Ozzy Osbourne cruzó la línea con una contundencia que pocos han igualado.
Su historia no se entiende sin esos momentos límite. Y es precisamente allí, en ese territorio, entre el horror, la provocación y la genialidad, donde nació el mito que lo acompañará más allá del tiempo.